La sostenibilidad ha dejado de ser una promesa o una moda para convertirse en business-as-usual. Así lo concluye Fidelity International en su análisis 2025, que retrata a los factores ESG como una dimensión integrada y cotidiana del proceso de inversión. Según una encuesta realizada junto a Coalition Greenwich, los riesgos ambientales, sociales y de gobernanza siguen figurando como elementos clave en la toma de decisiones de los inversionistas.
“Una empresa propensa a los escándalos siempre ha sido un activo de riesgo. Lo que ha cambiado es que esos riesgos idiosincrásicos ahora se leen como parte de un marco más sistémico bajo el rótulo ESG”, señala el documento.
Descarbonización y riesgos físicos
La prioridad número uno para los inversionistas de Fidelity es la descarbonización. Pero, a pesar del auge en inversiones de energías limpias, el mundo sigue sin disminuir sus emisiones globales, y los efectos del cambio climático son cada vez más palpables. De ahí que crezca el foco en los riesgos físicos que el cambio climático impone sobre activos, operaciones y cadenas de suministro.
Las nuevas regulaciones, como las normas de la ISSB y la Directiva CSRD de la Unión Europea, exigen que las empresas calculen su exposición a estos riesgos físicos. Sin embargo, la falta de datos confiables sobre impacto climático sigue siendo el principal obstáculo para que los inversionistas integren plenamente estos factores en sus modelos de riesgo y valoración.
¿Cuál es el verdadero rol de las finanzas en la transición?
El informe también aborda un debate candente: ¿deben las finanzas liderar la transición hacia una economía baja en carbono? Para Fidelity, el rol esencial del sector financiero es asignar capital de manera eficiente, más que solucionar por sí solo los desafíos de sostenibilidad.
Si bien la descarbonización de carteras es vista como una forma efectiva de lograr resultados, este enfoque puede ser más simbólico que real, ya que vender activos emisores no reduce sus emisiones, solo las transfiere a otros actores. Por ello, crece el interés en financiar soluciones climáticas escalables, apoyar la reconversión de sectores de altas emisiones y colaborar con actores regulatorios que impulsen marcos adecuados para la transición.
Menos discurso, más precisión
Otro eje clave del análisis 2025 son los cambios normativos. Fidelity destaca que muchas políticas ESG fueron elaboradas con premura, lo que ha generado cargas informativas excesivas para las empresas. Un ejemplo es la doble materialidad que exige la CSRD, donde las compañías deben reportar tanto el impacto financiero como su efecto sobre el entorno y las partes interesadas.
Esto ha llevado a una revisión regulatoria en la UE para reducir complejidad y costos. Paralelamente, en Estados Unidos también se reevalúa el alcance del concepto ESG, lo que marca una transición hacia una sostenibilidad más pragmática y centrada en objetivos medibles y relevantes para cada negocio.
Más madura y eficiente
Con estos movimientos, la sostenibilidad empresarial está entrando en una nueva fase de mayor claridad, selectividad y sofisticación. Fidelity espera que 2025 marque el paso hacia una inversión sostenible más conectada con los riesgos materiales reales, con menos ruido conceptual y con una comprensión más fina de los trade-offs entre las dimensiones ambiental, social y de gobernanza.
El desafío de este año, concluye el reporte, no será tanto evangelizar sobre sostenibilidad, sino ejecutarla con datos sólidos, metas alcanzables y alineación estratégica. Una sostenibilidad menos idealista y más funcional.