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22/08

Tamara Agnic: «Los criterios de sostenibilidad son intrínsecos para garantizar la viabilidad de los negocios a largo plazo»

La consultora y directora de empresas cree que, en general, las compañías no adoptan una actitud de "buen vecino" por mera apariencia, sino que "auténticamente" y eso, dice, ha sido difícil de entender e internalizar para algunos. Sobre la nueva Ley de Delitos Económicos advierte que el principal desafío radica en "empoderar" a los directorios con el liderazgo adecuado para guiar hacia la senda de la sostenibilidad".

Los desafíos que enfrenta la economía chilena en términos de sostenibilidad son “múltiples y profundos” y requerirán tiempo para ser asimilados y “completamente adoptados”. Así lo cree la presidenta de la consultora Eticolabora y directora de BancoEstado, Tamara Agnic, quien advierte ademas que “estamos en medio de un cambio de paradigma significativo» que está impactando tanto en las personas como en el modo de hacer empresa.

A juicio de la también directora ejecutiva de Promociona Mujer Chile, «el aumento de fenómenos climáticos extremos, que ocasionan graves consecuencias, así como la creciente conciencia sobre la protección de los derechos humanos y la necesidad de promover la diversidad e inclusión en todos los ámbitos, son indicadores ineludibles de que debemos actuar».

Agnic sostiene que los conflictos y problemas relacionados con ESG «erosionan la confianza en las instituciones, las normas y la democracia» y pueden llegar a socavar la estabilidad de la economía y del sistema político. «La legitimidad de nuestras democracias liberales y del sistema económico de mercado se encuentra en juego en un contexto donde el auge de populismos y remembranzas de autoritarismos cobra fuerza. La confianza de la ciudadanía en la igualdad de oportunidades, la transparencia, la eficacia en la gestión de recursos públicos y la justicia en las actividades económicas y políticas es esencial para mantener un sistema funcional y pujante”, agrega.

¿Hay conciencia a nivel empresarial en Chile de la necesidad de hacerse cargo de los criterios ESG?

 Estoy convencida de que la mayoría de los actores del sistema económico son conscientes de estos temas. Sin embargo, considero crucial que esta conciencia se vea complementada por una profunda convicción de que los criterios de sostenibilidad son intrínsecos para garantizar la viabilidad de los negocios a largo plazo. En este sentido, comparto plenamente los principios del capitalismo de “stakeholders”, que sostiene que nuestro sistema económico solo puede ser viable si las empresas incorporan en sus estrategias de gestión una perspectiva de propósito que involucre a todas las partes interesadas, no solo a los accionistas.

Esto implica un mejoramiento en la calidad de vida no solo para los ejecutivos y profesionales de alto rango, sino también para los trabajadores, las cadenas de suministro, las comunidades locales, así como los gobiernos a nivel nacional y local, y todos aquellos que se vean impactados por las inversiones.

Tácticas y superficialidad

¿Y cuál es, desde su perspectiva, la realidad chilena frente a estos temas?

Observamos tanto ejemplos alentadores como áreas en las que queda camino por recorrer para abordar los criterios ESG de manera efectiva. Se destacan experiencias positivas, así como casos en los que se debe superar la mera superficialidad de la aproximación al ESG, como lo es el “greenwashing” u otras tácticas de mejora de imagen. Es evidente que algunas administraciones han tratado de resolver problemas de reputación mediante la implementación de enfoques ESG, sin una auténtica agenda detrás.

No obstante, es reconfortante observar cómo ciertas industrias o empresas en Chile han estado comprometidas durante años en el desarrollo de políticas de sostenibilidad genuinas. Estas entidades comprenden que, en este punto de la historia tanto de la humanidad como de los sistemas productivos, es esencial incorporar de manera temprana el análisis de aspectos e impactos ambientales, sociales y de gobernanza que podrían representar riesgos tanto para el entorno como, a largo plazo, para la viabilidad misma de la organización.

La empresa no adopta una actitud de «buen vecino» por mera apariencia, sino que auténticamente contribuye al bienestar de la comunidad y el entorno en el que opera. Para algunos, eso ha sido más difícil de entender e internalizar.

¿Tenemos la capacidad profesional para enfrentar y liderar estos desafíos? ¿Cuál es la realidad en directorios y planas ejecutivas, por ejemplo?

¡Indudablemente! Es innegable que ya poseemos un gran nivel de capacidad y experiencia en estos ámbitos. Sin embargo, aún quedan asuntos pendientes por abordar. Es necesario fomentar una mayor diversidad en los directorios y en la alta dirección. Aunque la discusión sobre la aplicación de cuotas para mujeres puede ser controversial, la realidad es que muchos directorios de empresas importantes y grupos económicos mantienen una composición extremadamente homogénea en términos de género, edades, orígenes socioeconómicos y educativos.

La solución radica en liderazgos más flexibles y adaptables, que sean comunicativos, participativos y orientados a la colaboración. Esto implica un estilo de liderazgo más horizontal, que reconozca la importancia de la co-construcción de soluciones en lugar de seguir los tradicionales enfoques gerenciales y ejecutivos, que solían ser más autoritarios y masculinos en el pasado. En este sentido, las mujeres aportamos características que puedan enriquecer esta nueva forma de liderar, pero estos atributos no son exclusivos y pueden ser adoptados por hombres que también aspiren a una conducción más empática y conectada con los demás.

Cambio cultural

¿En cuál de las tres letras estamos más desafiados?

Aunque cada una presenta sus propias complejidades, considero que el cambio cultural dentro de las empresas es el desafío más significativo para ser incorporado de manera sistemática y sistémica. El proceso de transformación cultural, que abarca desde la alta dirección hasta todos los niveles de empleados, puede encontrarse con resistencia, especialmente cuando los enfoques tradicionales de maximización de ganancias están arraigados en la cultura organizativa. Superada esta barrera inicial de resistencia, surge el reto de implementar y mantener un cambio cultural genuino. Esta dimensión se relaciona principalmente con la «G» de gobernanza.

A pesar de mi inclinación personal debido a mi experiencia pasada en temas de gobierno corporativo y cumplimiento, considero que la gobernanza es el marco general que engloba todas las demás áreas. Es en este contexto donde se establecen los cimientos para abordar eficazmente cuestiones medioambientales, sociales y del propio gobierno corporativo.

Desafío regulatorio

¿Cómo estamos, a nivel país, en temas regulatorios?

La dimensión regulatoria representa un desafío sustancial por sí solo, ya que la falta de estándares y regulaciones claras en materia de ESG puede dificultar la adopción coherente y uniforme de prácticas sostenibles en las distintas industrias. Esta situación puede generar confusión en las empresas sobre qué métricas deben seguir y cómo deben informar sus acciones relacionadas con ESG. Aunque la regulación de entidades como la Comisión para el Mercado Financiero (CMF) puede establecer un punto de partida positivo, existe el riesgo de que algunos actores busquen simplemente «cumplir» con las regulaciones sin conectarlas con su verdadero propósito o sin buscar un enfoque que otorgue sentido y coherencia a sus operaciones.

La regulación debe encontrar el equilibrio adecuado: ser justa, proporcionada y adaptable a las diversas características de las empresas en términos de tamaño, industria y complejidad, tal como se ha logrado con la ley 21.595 de delitos económicos en Chile. Aunque la regulación en temas ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) puede ser una herramienta valiosa para promover prácticas sostenibles y responsables en las empresas, también conlleva algunos desafíos si se vuelve excesivamente onerosa o si carece de un diseño adecuado.

¿A qué desafíos se enfrentan las empresas y profesionales ante la nueva ley de delitos económicos?

Desde hace años he tratado de definir el “compliance” de una manera sencilla: “hacer lo correcto de la manera correcta y por las razones correctas”. Si bien parece simple, básico y casi elemental, sabemos que en la práctica no es fácil hacer las distinciones correctas cuando nos enfrentamos a cambios de paradigmas tan profundos.

Uno de los desafíos principales, a mi juicio, radica en empoderar a los directorios para guiar a las organizaciones hacia la senda de la sostenibilidad. Brindar formación y entrenamiento y comprender que las prácticas de cumplimiento no solo implican obstaculizar la corrupción y conductas perjudiciales para la economía y la confianza, sino que también un enfoque ético que beneficia a largo plazo.

El proceso de cambio debe comenzar desde la alta dirección y administración, ya que, si los líderes de la organización tienen una visión sólida de cómo las prácticas éticas y de cumplimiento protegen los intereses , es más probable que los mandos medios y el resto de los trabajadores  lo adopten. Además, se debe abordar el reto de diferenciar entre lo correcto y lo incorrecto en un contexto de paradigmas cambiantes y cómo estos deben guiar las acciones y decisiones de las empresas en su búsqueda de prácticas responsables y beneficiosas.

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