La transición energética global ha entrado en una etapa más compleja y menos acelerada. Así lo advierte la décima edición del informe «Perspectiva Energética Global 2025» de McKinsey & Company, que anticipa un mundo donde las energías limpias crecen, pero sin desplazar del todo a los combustibles fósiles.
Según el estudio, las energías renovables podrían cubrir entre el 61% y el 67% de la electricidad mundial hacia 2050. Sin embargo, el petróleo, el gas y el carbón conservarán entre un 41% y un 55% del consumo total de energía, dependiendo del escenario. Una señal clara de que el ritmo de descarbonización se está desacelerando frente a la meta del Acuerdo de París.
«Diez años después de la primera Perspectiva Energética Global, nuestra visión de la transición ha madurado”, señaló Diego Hernández Díaz, socio de McKinsey. “La transición no es menos urgente, pero los caminos para cerrar la brecha hacia los objetivos del Acuerdo de París son ahora más complejos».
El estudio modela tres escenarios: Evolución Lenta, Impulso Continuo y Transformación Sostenible. En todos, el calentamiento proyectado es mayor que el estimado en la edición anterior, lo que refleja una pérdida de impulso en la acción climática.
McKinsey prevé que las fuentes de energía «limpias y firmes», como la hidroeléctrica, la nuclear y la geotérmica, crezcan cerca de un 3% anual hasta mediados de siglo. No obstante, el hidrógeno limpio aún no logra ser competitivo a escala, lo que limita su papel en el corto plazo. Además, el costo de descarbonizar el último 5% del sistema eléctrico podría ser hasta ocho veces mayor que las reducciones iniciales: entre 90 y 170 dólares por tonelada de CO₂, frente a los 20 dólares actuales.
El «ojo» en la energía digital
Otro punto de alerta proviene del crecimiento de la demanda energética digital. Los centros de datos, impulsados por la expansión de la inteligencia artificial y la computación en la nube, podrían incrementar su consumo eléctrico en un 17% anual hasta 2030, especialmente en economías de la OCDE. Esta presión adicional podría acentuar la brecha entre la oferta renovable y las nuevas demandas del sistema.
Por último, McKinsey advierte que no existe una sola ruta hacia el cero neto. Cada región seguirá su propio camino, condicionado por sus recursos, estructura económica y prioridades industriales.
«El desafío será mantener un sistema energético asequible, confiable y resiliente ante los picos de precios y la inestabilidad geopolítica», subraya Humayun Tai, socio principal de la consultora. «El camino hacia la descarbonización aún es largo, pero sigue habiendo una oportunidad considerable para actuar ahora y retomar el rumbo».